Frase que supuestamente habría dirigido Julio César a su protegido Bruto en los idus de marzo del 44 a. C., antes de ser asesinado a puñaladas, al descubrir que era uno de sus asesinos, y que se suele emplear en situaciones en las que sorprendentemente alguien de confianza se encuentra entre los enemigos de uno. Etimología Traducción al español de…